El lujo: Liceu, teatros, banquetes...
La caída de Barcelona en manos franquistas supuso, también, un retorno al orden. El Gran Teatro del Liceu se convirtió en el símbolo de la recuperación burguesa, de la gente de orden, después del desenfreno revolucionario y proletario de los años de la guerra. El Liceu era el centro de encuentro de las grandes familias aristocráticas y cada inauguración de temporada un acontecimiento social de primera magnitud, tal como dejaban entrever las crónicas periodísticas de aquellos años: «Nunca como en esta ocasión se puede decir que en una gran reunión de carácter mundano y artístico estaba “el todo Barcelona” aristocrático. Los palcos y butacas llenísimos, realzando la brillantez de la velada la asistencia de las damas más distinguidas de nuestra buena sociedad». Barcelona volvió «a sus fueros de gran ciudad cosmopolita, siendo hoy día la única gran capital europea que celebra una temporada de ópera de tanta importancia».
El contraste entre el lujo de la entrada, el foyer y la platea y las calles del entorno era la metáfora perfecta de una ciudad sometida a las desigualdades sociales más profundas y radicales, al contraste violento entre la miseria y el lujo.
Si bien el Liceu era el centro de la vida de los vencedores de la guerra y representaba el retorno a la normalidad de las clases acomodadas de la ciudad, rehechas de los años de la República y de la revolución de 1936, otros teatros y salas, como el Tívoli o la Parrilla del Ritz, fueron los centros de fiestas, bailes, estrenos teatrales, etc., donde poder lucir la posición social y económica recuperada con la victoria franquista.





