Del intercambio de prisioneros al nuevo amigo británico
La Segunda Guerra Mundial incidió en la Barcelona franquista en dos aspectos. En primer lugar, la neutralidad oficial —no real— de la dictadura española permitió que la ciudad fuera el escenario de dos episodios relevantes: los intercambios de prisioneros aliados (sobre todo, británicos y norteamericanos) y alemanes en los meses de octubre de 1943 y mayo de 1944. En ambos casos, el puerto de Barcelona fue el marco geográfico donde se llevaron a cabo los intercambios, bajo la mirada de las autoridades franquistas provinciales y locales, que en ningún momento escondieron sus simpatías por el bando alemán. Además, las señoras de la alta sociedad local pudieron lucir sus mejores galas y buenos sentimientos, ofreciendo alimentos y consuelo a los heridos, en unas imágenes muy típicas del franquismo local.
El segundo aspecto fue, lógicamente, la misma evolución de la Segunda Guerra Mundial. En julio de 1943, después de la caída del régimen fascista, la presencia italiana en Barcelona casi desapareció. A partir de la primavera de 1944, a medida que se hacía evidente el repliegue alemán, empezaron a ser noticia las actividades culturales de los británicos, de entre las que destacan una exposición de libros y un encuentro organizado por la Cámara de Comercio Británica y presidida por el embajador, Sir Samuel Hoare.
Poco a poco, los franquistas barceloneses se fueron apartando del amigo ale-mán —aunque no del todo— y empezaron a cultivar las relaciones con británicos y norteamericanos, incrementando los actos públicos, las inauguraciones de cursos, exposiciones, etc. Empezaba a ser la hora de cambiar de amigos.








