Una sanidad precaria
La preocupación básica era el control de las enfermedades infecciosas más comunes y por ello la actuación del Instituto Municipal de Higiene se centró fundamentalmente en la obtención de vacunas, no sólo para los habitantes de Barcelona sino también para el conjunto de poblaciones de la provincia. Entre 1939 y 1940 el volumen total de vacunas gestionadas desde el ámbito municipal fue de 45.500 antidiftéricas, 337.591 antivariolosas y 1.260.000 antitíficas.
Pero entre 1942 y 1943 Barcelona vivió una auténtica alerta sanitaria que movilizó todos los recursos municipales: la epidemia del tifus exantemático, provocada por el piojo verde, propio de épocas de hambre y de miseria, con unas consecuencias dramáticas para la población. A pesar de la propaganda oficial, que intentó primero evitar la situación y después minimizar las consecuencias, la dimensión de la epidemia obligó, por un lado, a buscar la ayuda internacional y, por el otro, a destinar recursos extraordinarios para la contratación de personal sanitario y, sobre todo, de combustible para las ambulancias, que aun sufrían el racionamiento.







